martes, 15 de octubre de 2013

Antibióticos, entre mitos y leyendas



Este sábado, 12 de octubre, en un periódico de gran difusión en nuestro entorno, el Correo, la revista Consumer ha publicado el reportaje que os transmito a continuación. Su contenido es correcto y por ellos lo transcribo pero quiero aprovechar la ocasión para matizar, que no corregir, alguna de los mensajes lanzados (mis comentarios van en rojo)

Antibióticos, entre mitos y leyendas

La información sobre su consumo no siempre está contrastada, tal como sucede en otros ámbitos relacionados con la salud

Es la estrella de los botiquines domésticos (No debería haber antibióticos en los botiquines. Cuando el médico indica un antibiótico se debe cumplir todo el tratamiento por lo que no debe sobrar parte del tratamiento y por otra parte es totalmente ilegal la venta de un antibiótico sin receta); se deben usar por prescripción médica y en los países desarrollados este medicamento aparece como la solución más recurrente ante las infecciones, de ahí que los antibióticos sean uno de los pilares de la medicina. Es tal su popularidad que estos fármacos se han convertido en tema de dominio público sobre el que muchas personas se permiten opinar. Sin embargo, su uso y abuso está rodeado de mitos y realidades. A continuación, se analiza qué hay de verdad y de mentira en las creencias más populares sobre los antibióticos.

1. Remedio para la fiebre

Falso. Los antibióticos no son útiles para el tratamiento de cualquier infección. Muchos (la mayoría) de los pequeños trastornos que se padecen, sobre todo en los niños, están causados por virus que son resistentes (no son efectivos) al efecto de estos medicamentos. Por ejemplo, es un error tomarlos de entrada ante un catarro o un dolor de garganta. Estos procesos suelen mejorar con antitérmicos, algún jarabe para la tos y un poco de paciencia. Es cierto que, en algunos casos, los resfriados pueden complicarse con infecciones: es entonces cuando hay que tomar el antibiótico, por supuesto, siempre bajo supervisión médica.

2. Cansancio y pérdida de apetito

Falso. Es una creencia muy popular, pero no es cierta. Es verdad que cuando se toman antibióticos se pierde un poco el apetito y se está cansado, pero la culpa no la tienen los medicamentos, sino los gérmenes que causan la infección. También se cree que el consumo de antibióticos puede ocasionar un aumento de peso; bien es cierto que se administran a los animales de ganadería para mejorar su rendimiento, pero no hay razones para creer que este mismo fenómeno se pueda producir en los seres humanos. Además, parece que el medicamento varía la absorción de alimentos y el metabolismo al alterar el equilibrio de la flora intestinal. Algunos datos también sugieren que pueden interferir en determinadas hormonas que intervienen en el proceso del apetito, ya que lo aumentan.

3. Pierden eficacia con el uso continuado

Verdadero. Esta aseveración es completamente cierta: el uso continuado de antibióticos provoca una selección natural de gérmenes que de forma progresiva se hacen más resistentes. Las personas que toman antibióticos con frecuencia necesitan cada vez más fármacos de mayor potencia. El problema es que no afecta solo al sujeto en particular, sino a toda la población, ya que estas cepas que se hacen resistentes son las que acaban por predominar. En caso de que se necesite tratamiento antibiótico con frecuencia, es conveniente no utilizar siempre el mismo y cambiar de vez en cuando. Siempre bajo control facultativo.

4. Inyectados, más eficaces

Falso. Este es un tópico clásico cuyas consecuencias han sufrido muchas personas durante su infancia. Aún hay personas que creen que si el antibiótico se administra en forma de inyectable, el efecto es mayor y más rápido. Esta aseveración es falsa; en estos momentos se dispone de una batería de potentes medicamentos para su administración por vía oral. Tanto es así que en la actualidad puede tratarse a la perfección hasta una pulmonía sin necesidad de sufrir los temibles pinchazos y el dolor sucesivo. Los inyectables se reservan para casos especiales o para las personas que toleran mal la medicación por vía oral debido a los efectos secundarios que les producen.

5. Cuanto más potente, mejor

Falso. No está justificado utilizar un antibiótico de amplio espectro cuando se tratan pequeñas infecciones (que requieran de un antibiótico que no siempre lo son). ¡Sería como matar moscas con un cañón! Para cada tipo de infección, hay un grupo idóneo de medicamentos. El hecho de que no se utilicen y se prefiera optar por ‘algo más fuerte’ para asegurarse de que el tratamiento no fallará es un error, ya que puede crear gérmenes cada vez más resistentes a la medicación con el consiguiente peligro no solo del paciente, sino de la salud pública. De la misma manera, pensar que un fármaco caro es mejor también es erróneo: un antibiótico ‘de toda la vida’ y barato puede ser la solución idónea para esas anginas (si las "anginas" son producidas por un gérmen susceptible de tratamiento antibiótico).


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